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Hoy ya a nadie le es ajena la historia de la madre coraje valenciana que mediante una colecta ha conseguido 7000 euros que permitirán al (infame) Centro de Investigación Príncipe Felipe (llegará un día en el que algún centro de investigación español se haga célebre por la ciencia que produzca y no por un ERE?) readmitir a la científica que investigaba la cura para la enfermedad de su hija. Muchas personas se han ofrecido para dar algo de dinero a esta iniciativa, que pretente conseguir 25000 euros para que se pueda completar la investigación.
Curiosamente todo esto coincide en el tiempo con la iniciativa #casillaCiencia, una petición de Actuable promovida por un científico español que pide lo siguiente:
¡Exige una casilla en tu declaración de la renta para poder dedicar un 0,7% de tus impuestos a la consecución de un mundo mejor!
La iniciativa lleva 10 días en marcha y parece estar siendo todo un éxito. Pues bien, tengo algo que decir sobre estas dos historias: NO ME GUSTAN.
Por supuesto, es muy loable el esfuerzo de la madre valenciana y la historia es enternecedora. Como anécdota está bien, pero como nada más. Ambas historias dan a entender una cosa: que la financiación de la actividad investigadora está abocada a hacerse con migajas, con limosna pura y dura, en lugar de con los presupuestos del Estado y de las grandes empresas, que es como está mandado.
Y no, no es de recibo poner una casilla para la Ciencia en la declaración de la renta. De hecho, nunca he comprendido que destinar el 0,7% de nuestros impuestos a la ayuda al desarrollo sea optativo. Me parece bien que haya una casilla así para la Iglesia Católica, igual que debería haberla para las demás religiones practicadas en España. Pero la ayuda el desarrollo y la investigación no se pueden sufragar con limosnas, una casilla opcional no vale. ¿Nos parecería bien habilitar una casilla para financiar la sanidad pública? ¿No, verdad? Pues tan obligación es para el Estado la sanidad como los grandes programas de Ciencia.
Por último, no quiero cerrar el post sin hacer una reflexión sobre la gente que se anima a poner algo de dinero en una colecta para la Ciencia pero que se queja de que le suban los impuestos, hace todo lo posible por evadirlos, considera inservible un Ministerio de Ciencia e Innovación (conozco a algún científico que defenestraba dicho ministerio solamente porque pensaba que ellos habrían sido mejores ministros que la Garmendia) o no apoya marcas y empresas comprometidas con el I+D. La Ciencia se financia con nuestros impuestos y con las empresas innovadoras. Es a ellos a quienes se debe apoyar para que los centros de investigación de este país dejen de hacerse célebres por sus recortes de plantilla.
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Ubuntu es un sistema operativo Linux que busca ser gratuito, libre y utilizable sin necesidad de tener conocimientos previos de Unix. No en vano, su lema siempre ha sido Linux para seres humanos. Hace algo más de dos años que lo uso habitualmente porque siempre me he sentido muy de acuerdo con la filosofía de que un sistema operativo básico para un hogar debería poder ser gratuito y de calidad. En este tiempo siempre he intentado promocionar dicha filosofía entre mis conocidos.
En mi viejo Pentium 4 Ubuntu corrió como la seda, pero mi nivel de exigencia no era demasiado elevado. Cuando me hice con un ordenador nuevo pronto me di cuenta de que el software para Linux, cuando tienes unos horizontes mínimamente serios, deja bastante que desear. Además, Ubuntu no acababa de llevarse bien con mi nuevo PC.
Cuando el pasado mes de octubre actualicé a la nueva versión de Ubuntu (11.10), todo se fue a la mierda definitivamente: tenía que arrancar el ordenador varias veces para que los discos duros entraran, VLC dejó de funcionar, mi librería de sonido se fue al carajo y las actualizaciones dejaron de funcionar. Llegados a este punto tenía tres opciones:
Así que puse varias cosas encima de la mesa:
Es por esto que elijo quedarme con Windows 7 hasta que la situación cambie o yo tenga dinero para comprarme un iMac. Lo siento por el proyecto, porque realmente me gustaba bastante.
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